ETIMOLOGÍA DE LA PALABRA SAPO
Inauguramos este blog con la etimología
de la palabra
sapo. No es
cuestión pacífica la procedencia de esta palabra, algunos creen que
se trata de un préstamo del griego clásico (FRIEDERICH DÍEZ,
FELIPE MONLAU) y otros de una antigua onomatopeya preromana (DRAE,
COROMINAS).
1. Comencemos
con la postura que defiende la teoría del étimo griego. Antes de
nada cabe decir que tanto F. Díez como Monlau señalaron esta
procedencia en el siglo XIX, 1861 y 1884 respectivamente.
Análisis
formal del significante étimo:
En
este caso se trataría de la palabra griega σηψ, σηψος
, que pronunciaríamos séps
o síps
en nominativo y sépsos
o sípsos
en genitivo. Es innegable que existe una parecido notable entre sapo
y sépsos, supondría la conservación en el lexema de [s-p-], y la
apertura de la [e] en [a]. La única dificultad estriba tal vez en el
porqué de la conservación de la [p] en el grupo [ps] cuando lo
común es que se pierda esta y no la [s], por ejemplo: psalmus
– salmo. En
mi opinión, esto podría deberse a que realmente el préstamo no se
realizó de esta palabra en concreto, sino de la que, en la misma
lengua griega, probablemente proceda (o al menos guarde relación),
el verbo σηπω.
Análisis
material o semántico:
Pero
no basta con la similitud fonética, es importante el significado
original de la palabra en griego. Un préstamo no es recibido más
que para nombrar o renombrar a una nueva o vieja realidad, en este
caso, a los sapos ibéricos de la época preromana. Pero esta
recepción resultaría huérfana de causalidad material sino fuese
porque su significado en la lengua de origen es idéntico o similar
al significado en la lengua que lo recibe. Al menos esto es así en
casi todos los casos. En griego la palabra σηψ
significa
“serpiente venenosa”. Esta palabra, probablemente derivada del
aoristo del verbo σηπω que significa: pudrir, corromper, echar a
perder. Tanto un significado como otro, bien valen para construir un
significante para este animal, y no sólo porque existan algunos
sapos realmente venenosos, eso es lo de menos, sino porque en el
imaginario popular se los asocia, al igual que a otros anfibios, con
la ponzoña y la enfermedad.
Análisis
histórico:
En
último lugar, es necesario para asentar una etimología derivada de
una préstamo, poder probar o por lo menos proponer con cierta
probabilidad, una relación inmediata o mediata entre los pueblos que
hablan la lengua de origen y la lengua de destino. Griegos e íberos
entraron en contacto en época preromana, esto es un hecho
atestiguado en fuentes históricas escritas y arqueológicas. La
penetración griega en la península fue débil, pero no es
descabellado que dejase en las lenguas de los pueblos en contacto con
las colonias helénicas ciertos préstamos. Una vez introducidas en
las lenguas autoctonas pasarían a formar parte del sustrato del
latín hispánico y de ahí a nuestros días. También es posible que
llegasen a la península como préstamos mediatos, es decir, siendo
introducidos por los romanos; sin embargo, en latín ya tenemos la
palabra “bufo” para sapo y no parece existir en lengua latina
ningún significante en “seps, sepus, etc...”
Obiter
dicta,
cabría interesarse por la similitud formal y de significado que
existe entre el verbo latino sepelio
(enterrar o sepultar) y el verbo griego σηπω (pudrir,
corromper...). Esta relación puede entroncarse a un origen común en
PIE donde sep- significaría “sostener con reverencia”, así
encontramos en sánscrito saparyati
significando
“honores”.
2. El
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos dice, en
cambio: Voz
prerromana, de origen onomatopéyico, por el ruido que hace al caer
en un charco o en tierra mojada. En
el mismos sentido, antes, COROMINAS: de
origen incierto, quizá prerromano, y posiblemente se trata de una
onomatopeya muy antigua.
En
este caso estamos ante un posición radicalmente opuesta, excepto por
su situación histórica en época preromana, aunque al ser una
onomatopeya podría ser tan antigua como la misma humanidad, no
miente de todas formas el DRAE, stricto
sensu,
preromano es desde la Creación hasta la llegada de los romanos a la
península).
Análisis
de esta tesis.
Ciertamente
en euskera tenemos el término zapa
(pisar) cuya etimología proviene de la onomatopeya tzap. El rape,
pescado que recuerda a un sapo, se llama zapoa
zuri,
y el sapo es denominado apoa.
Al
análisis material y formal resiste esta tesis pues es posible que al
caer el sapo sobre el lodo se produzca un sonido semejante a “zap”,
y además se documentan en una lengua preromana (el euskera)
significantes con forma semejante referidos a significados
relacionados con este sonido original.
En
el caso de la palabras con origen onomatopéyico, debemos suponer una
construcción originaria en la que la forma tiene relación de
dependencia con el significado. En este caso, el ruido que
accidentalmente causa el sapo al caer da origen al significante.
Resulta relevante distinguir que se trata de un sonido que el sapo no
hace de por sí, sino que se realiza cuando este interactua en
ciertas circunstancias con su hábitat, y con todo, pese a su
accidentalidad no deja de ser un sonido del sapo, causa motora y
necesaria para que se produzca.
Conclusiones:
Argumentos:
Primero:
Un primer argumento para decantarse por la última de las tesis es
que está avalada en dos de los diccionarios más relevantes de la
lengua española. No es poco, cuando bien podrían haber señalado un
origen discutido o incierto. Es un argumento basado en la autoridad,
pero que no implique mayor razonamiento que una valoración más que
razonable de ésta, no lo hace falaz, pues no se argumenta en este
punto para demostrar sino para valorar la credibilidad de las tesis
contrapuestas.
Segunda:
Otra razón, es que aunque formal y semánticamente encaje el origen
griego de la palabra, sería necesario aceptar que este préstamo
tuvo que realizarse antes de la ocupación romana de la Península
Ibérica y que se hizo desde las colonias griegas. No parece que la
penetración tan débil del pueblo griego tuviese una repercusión
tan grande sobre una palabra patrimonial referente a un animal tan
común.
Tercera:
Y una última razón es que el euskera registra esta palabra, lengua
poco sospechosa de recibir préstamos griegos en época preromana.
Cuarta:
Cabría oponerse a la tesis de la onomatopeya suponiendo que el
euskera recibe esta palabra como préstamo, no para el verbo pisar
zapa,
pero si para sapo, desde otras lenguas ibéricas. Pero esta tesis
enerva el tercer argumento tan sólo.
Juan D. Antón.